Hace algunos
años, hablar del “corporate class”,
la “dictadura del 1%” o los “gansgsters bancarios (banksters)” así
como de poner en entredicho la honra de Wall Street no pasaba de ser una posición
periférica confinada al ostracismo entre los estadounidenses promedio.
Por: Felipe Pineda Ruiz / Democracia en la Red.
Sin embargo,
los efectos de la crisis económica del 2008 han creado una ventana de
oportunidad en la actualidad para instalar en la agenda pública temas transversales
que han salido a flote en estas elecciones, lo que ha servido para emplazar a
quienes delinean el centro político: los privilegiados, quienes financian las
campañas tanto de republicanos como demócratas.
Sanders, Trump, la ruptura del bipartidismo norteamericano.
Muchas cosas
han pasado desde la crisis del 2008 que han cambiado el panorama de la política
en los Estados Unidos. Sanders recoge aquellas “uvas de la ira” que proceden del colapso de la clase media
norteamericana, tan agobiada por los efectos de la especulación financiera y la
desigualdad establecida por decreto por las minorías (el 1%).
Sin lugar a
delirios temporales, el fenómeno del senador por el Estado de Vermont, y su
candidatura, es un claro desafío al consenso construido por arriba e impuesto a
los de abajo por parte del excluyente bipartidismo norteamericano.
Ante el
vaciamiento de contenidos y ausencia de disenso, males que siempre han aquejado
a la política del país del norte, la decisión de este hasta hace poco congresista
independiente de participar en las primarias presidenciales demócratas, y su
inesperado ascenso, se ha convertido en una fulgurante cachetada y a la vez en
una guerra librada desde adentro que ha ganado posiciones a medida que la
contienda avanza.
Bernie Sanders
representa a una amalgama de inconformes que desearían ver a futuro una
fractura del monopolio bipartidista demócrata-republicano mediante el triunfo
de una postura programática de más hondo calado que sobrepase las
reivindicaciones fragmentadas de los grupos poblacionales (etnias).
Lo acontecido
el pasado primero de marzo en el tradicional “super martes” con el voto de los Afro Americanos a favor de
Hillary Clinton demuestra que aquellas maquinarias que posee el establishment
demócrata entre las minorías siguen aceitadas, algo que pone en riesgo la
premisa inicial.
Como si fuera
poco, esta apuesta de construcción de nuevo sentido común ha tenido que
cabalgar, para cimentar gradualmente las bases de un proceso de identidad
colectiva de nuevo tipo, por encima de la polarización que Donald Trump ha
creado basada en la búsqueda de enemigos internos de diversa índole
(latinos, terroristas,
musulmanes).
De todas
maneras tanto Trump como Sanders, desde orillas diametralmente opuestas,
coinciden en una sola cosa: agudizar las contradicciones de las estructuras
demócratas y republicanas, tensar a más no poder la cuerda, para socavar las
bases del bipartidismo moviendo la centralidad política hacia posiciones más
definidas y menos cosméticas.
En ese proceso
de contra-hegemonía coincide un conglomerado ciudadano individualizado,
informado, consciente y activo que cree en la “revolución” de Sanders y que está conformado por millones de
personas hastiadas de "élites
privilegiadas" de diversa índole: sindicales, políticas, mediáticas o
financieras, por citar los ejemplos más significativos.
Sanders y el retorno del socialismo en los EE.UU.
Esta pugna
política actual, ha sido la ocasión excepcional de sacar de la marginalidad al
socialismo, ideología por la cual Sanders no ha ocultado su debilidad a pesar
de ser históricamente vedada, en una sociedad tan clerical y anti-comunista
como la norteamericana.
En una columna
reciente publicada por el diario británico The Guardian titulada ¿por qué hay súbitamente millones de
socialistas en América? el periodista Harold Meyerson hace alusión a 2
encuestas para explicar el resurgir del socialismo en Estados Unidos: en la
primera, publicada por el New York Times (noviembre de 2015), el 56% de los
demócratas (de los cuales el 52% corresponden a votantes de Hillary Clinton)
dicen tener una opinión favorable de esta ideología mientras que en la segunda,
publicada por Pew en 2011, el 49% de norteamericanos menores de 30 años
muestran simpatía por el socialismo[1].
Es destacable
la relevancia de la repercusión sin precedentes de Internet y las nuevas
tecnologías de la información y la comunicación en este vuelco progresista de
la sociedad norteamericana en el nuevo siglo. Y es que sin la levemente
insurgente pero pionera campaña digital de Obama, la gesta de este hasta hace
poco desconocido político de origen judío no hubiese logrado llegar hasta este
punto.
Aunque las
tesis de Sanders no se pueden denominar “revolucionarias”,
sus posiciones en la contienda presidencial se han convertido en el trampolín
perfecto para sembrar la semilla del socialismo democrático en la nación más
poderosa del mundo. La ocasión, ha bastado para instalar en el centro del
debate público los postulados de Roosevelt y Keynes (bases del new deal y el
Estado de Bienestar presente en 50 años de historia de la Unión Americana).
Pero ¿que es lo que propone Bernie Sanders?
Gran parte de
su plataforma programática se centra en la profundización de algunos de los
programas banderas de Obama, entre ellos el recordado “Obamacare” o reforma al sistema de salud, mientras que el paquete
de propuestas propias tiene un claro énfasis económico relacionado con la
tributación a las capas altas de la población: aumentar la tributación a
quienes ganan más de $ 250.000 al 37%; elevar a un 52% los impuestos para
ingresos mayores de 10 millones de dólares y llevar el salario mínimo a los 15
dólares la hora.
Al mismo
tiempo, para evitar el oligopolio financiero, este carismático candidato
propone la división de todo el sector bancario ligado a Wall street y el
control a la fuga de capitales a paraísos fiscales: un proceso de evasión
tributaria que se calcula produce 100 billones de dólares anuales en pérdidas
para el fisco norteamericano.
En infraestructura
Sanders apuesta por una agenda de recuperación competitiva en esta materia; a
nivel educativo Sanders ha propuesto la construcción masiva de colegios
públicos y un plan agresivo que asegure la reducción de las deudas contraídas
por los estudiantes con el sistema bancario en un proyecto que costaría 75
billones de dólares al año.
En cuanto a
energías limpias, el objetivo del senador por Vermont es invertir en biomasa, energía
solar y eólica para reemplazar la dependencia actual del gas, el petróleo y el
carbón, lo que significa el recorte a los subsidios a las energías fósiles para
otorgarlo a las renovables.
El “supermartes”, Sanders y lo que viene.
Los resultados
del denominado “supermartes”, gran
jornada electoral donde se elegían los delegados en ambos partidos para 11
Estados dejan a Sanders con vida, a pesar de ganar solo en 4 de ellos.
Inicialmente, todos
los pronósticos vaticinaban una paliza irreversible para el rumbo de la
contienda a favor de Hillary Clinton, que finalmente no ocurrió y que le permite al senador por Vermont
redireccionar los resultados futuros a su favor debido a la tendencia política
libertaria/progresista de gran parte de los Estados que hacen falta por acudir
a las urnas.
De acuerdo a
las proyecciones realizadas por el New York Times, después de la gran jornada
de primarias partidistas del pasado primero de marzo, Hillary Clinton acumuló
un total de 595 delegados mientras que su rival alcanzó los 405 en una carrera
donde el ganador debe alcanzar 2383 para proclamarse como candidato demócrata[2].
Si Sanders aspira
obtener réditos expeditos en los 40 Estados que quedan en la carrera electoral
de las primarias demócratas, que otorgan 3017 delegados, deberá seducir a los
nichos de votantes atraídos por el pragmatismo “a prueba de balas” de Clinton, electores que la gran prensa suele
adjetivar como “centristas”.
Al margen de
quien logre ser presidente en los Estados Unidos, los escenarios al final de la
consulta demócrata parecen contrastados: si el resultado es una victoria, el
escenario de radicalización del sprint
final de la campaña, en un duelo Trump vs Sanders, se convertiría en una pugna
sin precedentes en donde los grandes derrotados serían las cúpulas de los dos
partidos tradicionales.
Si por el
contrario los “New Democrats”, que
controlan la cúpula del partido del “asno” desde el periodo posterior a Reagan,
llegan a triunfar, las posibilidades de divorcio entre una gran franja de
votantes y el partido demócrata aumentarían considerablemente.
Esta coyuntura,
donde convergen factores sociales y políticos favorables para la irrupción de
una nueva “revolución plebeya”, ha
sido el caldo de cultivo perfecto para la politización de los denominados "millenials", conformada por
aquellos jóvenes nacidos en los años 80s y 90s (generación MTV) quienes han
definido su identidad, su entusiasmo por movilizarse y su pulsión política en
el repudio a quien consideran su antagonista, es decir Donald Trump y las
cúpulas políticas tradicionales.
Si la derrota de
Sanders llegara a consumarse, la presión de este electorado emergente iría en
dirección de no aceptar el resultado y forzar la salida del popular “Bernie” del partido demócrata. Por
tanto, la escisión del actual senador por Vermont es un escenario no
descartable que propiciaría la creación de un partido más a la izquierda de
esta colectividad.
Si por el
contrario Sanders decide mantenerse en las toldas azules, agudizaría las tensiones
existentes entre los demócratas de a pié y la cúpula de la agrupación política.
Hacia esa
dirección apunta el analista David Marcus, del magazine norteamericano dissent en su artículo “The Next Mayority”, publicado el
primero de marzo, donde plantea la
hipótesis de una “izquierdización”
Demócrata del partido de cara al futuro aún con la derrota de Sanders.
Marcus
sostiene, en base al núcleo generacional que ha cautivado el senador del Estado
de Vermont, que “Una nueva generación de demócratas
liberales y activistas radicales está surgiendo, con la esperanza de empujar al
partido hacia la izquierda. Esto no es una mayoría silenciosa. Está abierta y
dispuesta a hacer lo que necesita para ser escuchada”[3].
Sin duda, la
gesta de Bernie Sanders, hasta hace poco tildada de “quijotezca”, y su irrupción intempestiva en el mainstream de la política norteamericana, recoge la semilla más
preciada del movimiento Occupy Wall Street: somos el 99%, vamos por el 1%
restante.
Twitter: @pineda0ruiz
*
Felipe Pineda Ruiz, publicista, activista social, colaborador de la Fundación
Democracia Hoy. Miembro de la plataforma política Somos Ciudadanos.
[1] Meyerson,
Harold, Why are there suddenly millions of socialists in America?. Diario The Guardian,
febrero 29 de 2016. Fuente: http://bit.ly/1nenpgm
[2] Super
Tuesday Results. The New York Times, edición digital, marzo 3 de 2016. Fuente: http://nyti.ms/1XYrNO4
[3] Marcus,
David, The next majority. Dissent Magazine, marzo 1 de 2016. Fuente: http://bit.ly/1LXEt0C
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