¡No hay paz que por bien no venga!

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La paz seguirá su marcha tan campante, entre la vocinglería del no y el sí, siempre y cuando la ciudadanía toda no “coma más cuento” de parte y parte. Esto es, que la sociedad civil pruebe que ya dejó de ser títere estratégico en la guerra fratricida, contra el pueblo, y, por el contrario avance en la construcción de la Constituyente social, de la que el Plebiscito aprobado será la cuota inicial.

Por: Miguel Ángel Herrera Zgaib / Semanario Caja de Herramientas.

De los Olímpicos a los regateos con la Paz

Entre el 24 de julio y la fecha han pasado un conjunto de hechos importantes en lo político y deportivo. De una parte, y démosle primero gusto al sentido común y sus prioridades. Tuvimos la ocasión de ver cómo perdía el equipo femenino en la antesala de los Olímpicos de Río, con un estruendoso 4-0, ante Francia que empezó con un autogol. Después, con la presentación masculina ante Suecia, el marcador fue 2-2, lo que reanimó esperanzas, en medio del asedio del Zika, y la inestabilidad política brasileña.

Ahora sí, pasemos a lo político jurídico. Comenzando con una columna del constitucionalista y político boyacense Jaime Castro, en sí mismo, una figura trágico cómica de la paz colombiana. A él le tocó experimentar, siendo parte del gobierno de Belisario, la masacre del Palacio de Justicia.

Fue esta una acción reaccionaria de respuesta oficial manchada por los desaparecidos, los muertos y los torturados por las fuerzas del orden. Situación marcada por la feliz circunstancia de haberle salvado la vida a su cónyuge y al hermano del presidente, antes que el Palacio fuera incendiado como en los aciagos tiempos del emperador Nerón.

Así quedó probado cuando menos en dos casos tanto extremos como emblemáticos: los asesinatos de Irma Franco, la guerrillera del M-19, y del magistrado auxiliar Carlos Horacio Urán, acerca de lo cual escribió en su momento, y lo repite el prestigioso comunicador Daniel Coronell, quien lo vuelve a recordar en su reciente libro “Recordar es morir”, donde se reproduce dicha columna con 101 más, de un texto que abarca 281 sustanciosas y valientes páginas, cuya escritura le significó tener que “salir pitado” hacia la Florida, con todo y familia. A cuentas de la fementida “seguridad democrática.

¿Una Corte cortesana a la medida de quién?

“La Corte Constitucional gozaba merecidamente de autoridad y prestigio en el país y en el exterior por la responsabilidad…independencia y calidad de sus decisiones…” Jaime Castro, ¿Corte Constitucional o cortesana?, en ET, 24/07/16, p. 7. Jaime, el constitucionalista se pregunta el domingo 24 de julio, ¿Cómo refrendar lo acuerdos que negocia en La Habana es pregunta que el Gobierno no pudo responder con claridad? Y él mismo la contesta, diciendo que preocupado Santos porque haya refrendación ciudadana, cambió tres veces de parecer. En lo político esto fue posible, por tener mayorías suficientes en el Congreso, y en lo jurídico por tener una Corte cortesana.

Para lograr el procedimiento más adecuado con el propósito presidencial, se modificó la Ley estatutaria de la participación, Ley 134, por medio de la autorización contenida en otra, ahora célebre, Ley 1745 de 2014. De ese modo, el referéndum, que era el primer mecanismo de participación escogido unilateralmente por el gobierno, quedaba listo para cuando terminara la negociación del acuerdo. Para qué, para permitir la votación conjunta del referéndum y las elecciones regulares. Y la Corte declaró exequible la ley en la sentencia C-784/2014.

Pero, ahí no quedó la cosa. Las Farc-EP protestaron frente a este unilateralismo e insistieron que la refrendación era un asunto a decidir las dos partes. Entonces en el repertorio, el gobierno motu proprio escogió la figura del Plebiscito, iniciativa que tramitó ante el Congreso el diligente vicepresidente. Tal es la ley 1757, que se sancionó el 7 de julio de 2015, y obtuvo la exequibilidad fallada por la Corte en sentencia C-150 de 2015. Era la segunda perla del collar de la cortesana, según sugerencia sibilina del ex ministro de gobierno y ex alcalde de Bogotá, formado en materia administrativa y constitucionalismo en Francia.

Pero, aquí, de nuevo, la figura tenía que pasar por las horcas caudinas del umbral, que sin mermelada era más que difícil, imposible según los cálculos palaciegos. Razón por la cual hubo que orquestar una tercera maroma, delante de la opinión pública, tan desinformada como siempre, por los juegos pirotécnicos de los demagogos.

Dice nuestro consultado de cabecera que se requería que el plebiscito a votar debería tener fuerza vinculante, produciendo su metamorfosis, según la tesis de Castro, volviéndolo en los hechos un referéndum, pero sin correr el riesgo que corrió y perdió ex Uribe, cuando convocó el referéndum bien al inicio de su primer mandato. Además, hubo que reducir el umbral a 13%, que significa obtener 4.5 millones de votos mal contados, pero hoy por hoy, muy valorados, cuando ya tenemos la noticia que el Centro Democrático y su paladín se van por el no a la Paz de Santos y las Farc-EP.

Según el constitucionalista de marras, tal porcentaje, en ningún caso, es adecuado para un tema tan trascendental, la refrendación de un Acuerdo de Paz, que contiene una agenda de 6 puntos que están por concluirse, y 50 asuntos por resolver definitivamente a la fecha.

La Corte ha sido cómplice de este “estropicio constitucional” que significa en un cambio en las reglas de juego de la democracia, con nombre propio, el del presidente Santos, como en otro momento de esta accidentada historia, lo hizo el defensor de la seguridad “democrática”, cambiando el articulito que lo habilitó para auto-elegirse, sabedor como lo era de contar con el “estado de opinión” favorable, enmermelado con los medios de comunicación al servicio obsecuente de su causa ilegal e inconstitucional, puesto que quedó probado el cohecho, que en el caso colombiano se tradujo en una innovación planetaria en los tipos penales que debió conmover a otra víctima del Palacio de Justicia, el doctor Reyes Echandía, y por supuesto a su prole, sacrificado en el altar de la Fiscalía.

Entre el impeachment y el plebiscito

“Todavía no existe un texto definitivo de los acuerdos entre el Gobierno y las Farc, que es justamente el tema sobre el que deben pronunciarse los colombianos.” Mauricio Vargas, Todos mienten, en ET 24/07/16, p.7 Bien. Para cerrar este episodio político, por fin, la Comisión de acusaciones del Congreso, se atrevió a avanzar con la diferencia de un voto, el del senador conservador Ramiro Corzo, el curso al trámite del “impeachment” contra el magistrado Pretelt; a contramano de los apoyos del senador Gaviria con ponencia negativa por vicios de nulidad; y quien presumió de jurista, ya no de asesor, por estos días; y ya no lidiando en secreto con la causa de su primo, como se lo recuerdan algunos con cierto halo de perversidad nativa.

El magistrado acusado de vender la selección de tutelas en la causa de Fidupetrol, no paga escondederos, sino prueba de polígrafo para probar su transparencia, y que él nada ha tenido que ver con las investigaciones que le hizo la Fiscalía de Eduardo Montealegre, y las asechanzas del ex magistrado Nilson Pinilla, ofendido como tantos, por la acción niveladora que el jurista y patricio, hacendado costeño produjo, buscando una “decente” nivelación de las pensiones con que se premia la jubilación de magistrados de las cortes, y otros altos funcionarios, quienes así y todo sigue ejerciendo su productiva profesión liberal.

Entonces, en la siguiente semana, veremos, es posible el desenlace de nuestros equipos de fútbol, y el devenir de la Corte Constitucional, enferma en sus funcionarios de corrupción, o no, conforme lo decida el Congreso, el senado en pleno, al avanzar o terminar el juicio político contra el magistrado de la Corte Constitucional. Enmendado la sonada absolución del ex presidente Ernesto Samper, en el mal llamado Proceso 8000.

Y la paz seguirá su marcha tan campante, entre la vocinglería del no y el sí, siempre y cuando la ciudadanía toda no “coma más cuento” de parte y parte. Esto es, que la sociedad civil pruebe que ya dejó de ser títere estratégico en la guerra fratricida, contra el pueblo, y, por el contrario avance en la construcción de la Constituyente social, de la que el Plebiscito aprobado será la cuota inicial.

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