Colombia escogió la ruta de los salarios bajos para crear empleo, pero tanto las cifras como la teoría económica demuestran que los buenos salarios mejoran la productividad y estimulan la demanda -vale decir, que crean más empleos-.
Por: Jorge Iván González / Razón Pública
Baja remuneración e informalidad
De acuerdo con el último informe de la Red Latinoamericana de Investigaciones sobre Compañías Multinacionales (RedLat) acerca del trabajo decente en América Latina, la situación laboral en Colombia deja mucho que desear.
Siguiendo las directrices de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la RedLat define el trabajo decente como “un trabajo productivo adecuadamente remunerado, ejercido en condiciones de libertad, equidad y seguridad, sin ninguna forma de discriminación, y que asegure a trabajadores y trabajadoras condiciones dignas de vida”. La RedLat propone medir el trabajo decente a través de cinco indicadores:
* Oportunidades de empleo,
* Remuneraciones,
* Protección social,
* Libertad sindical, y
* Negociación colectiva.
Analicemos estas cifras haciendo énfasis sobre algunos aspectos relacionados con la remuneración.
Uno de los indicadores más negativos para Colombia es la muy elevada proporción de los trabajadores (48,3 por ciento) que ganan menos del salario mínimo. En Perú este porcentaje es de 50,1, pero las diferencias con los demás países son significativas. Por ejemplo en Uruguay -que tiene un salario mínimo más alto que el de Colombia- solamente el 8,5 por ciento de los trabajadores ganan menos del mínimo, y el 61,1 por ciento ganan más de dos salarios mínimos. De acuerdo con estos resultados, no es correcto afirmar que el salario en Colombia es elevado.
El gobierno y los empresarios colombianos han pensado de manera equivocada que cuando los salarios son bajos, se crean condiciones propicias para aumentar las ganancias y el empleo. Esta mirada está equivocada ya que los bajos salarios tienen un impacto negativo sobre la productividad y sobre la demanda agregada de la economía.
El informe de la RedLat debería llevar a repensar la política salarial colombiana, teniendo en menta no apenas la equidad, sino la oferta (productividad) y la demanda (consumo). Los salarios bajos no contribuyen a mejorar la distribución del ingreso, y tampoco favorecen el crecimiento de la economía.
El lado de la demanda
Si los salarios aumentan crece el consumo de bienes básicos. En la literatura económica, autores como John Keynes y Michal Kalecki le dan importancia a la demanda masiva como motor de crecimiento. Esto se conoce como la vía keynesiana de demanda.
Para Keynes la pobreza es censurable porque si el ingreso es bajo no hay demanda. Esta política de ingresos está basada en un principio relativamente claro: el aumento de la demanda favorece el bienestar de los hogares pero, sobre todo, estimula la ganancia, la inversión y el empleo.
Este fue el espíritu de la Misión Chenery, que publicó su informe a mediados de los ochenta. La depresión salarial, según esta Misión, no favorece el aumento del empleo en Colombia. Pero el enfoque keynesiano fue abandonado completamente por la Ley 789 de 2002, que en lugar de estimular el aumento del salario, buscó deprimir las remuneraciones, argumentando que cuando los salarios caen los empresarios contratan más trabajadores. En realidad, no sucede así porque los menores ingresos reducen la demanda y las empresas no encuentran compradores. La Ley 789 agudizó la informalidad, incentivando los empleos de mala calidad.
La informalidad tiene una incidencia directa sobre la pobreza, y esta relación se capta bien en el índice de pobreza multidimensional (IPM). En el anterior cuadro se incluyen todas las variables que componen el IPM. En 2015 el 74,5 por ciento de los hogares tienen relaciones laborales informales porque no cotizan a pensiones. Aunque la informalidad presenta una leve caída (del 76,8 al 74,5 por ciento), persisten los problemas estructurales, como el desempleo de larga duración, que no se resuelven con la presión salarial.
La política económica cambió radicalmente entre la Misión Chenery y la Ley 789. El énfasis sobre la demanda agregada se dejó de lado y todo el peso se puso en la disminución de los salarios.
La aceptación de la vía keynesiana de demanda obligaría a aumentar el salario mínimo. Y desde una mirada más global se deberían crear condiciones propicias para un buen desempeño del mercado laboral. Una de ellas es continuar el desarrollo de infraestructura.
Es importante, además, incentivar el mercado interno. El país ha confiado excesivamente en los tratados de comercio internacional, olvidando que la economía colombiana sigue siendo muy cerrada. Desde la perspectiva laboral es importante crear estímulos para que se consolide la “nueva economía” de la que habla el gobierno. Mejores salarios favorecen la industria, la agricultura y el turismo, que son los sectores principales de la nueva economía.
El lado de la oferta
La buena remuneración de los trabajadores también incide sobre la oferta, ya que lleva a mejorías en su productividad. Cuando el salario sube el empresario se preocupa por realizar innovaciones tecnológicas y aumentar la eficiencia del trabajador. La relación entre salarios y productividad sería la vía “marshalliana de productividad” (por las teorías del economista Alfred Marshall). Este enfoque permite pensar en los aspectos micro, asociados con tres elementos:
* La productividad,
* Los rendimientos crecientes, y
* La aglomeración.
La constatación básica consiste en que la unidad productiva se encuentra en un espacio y la aglomeración contribuye a mejorar sus rendimientos. Las relaciones laborales deben pensarse desde la perspectiva de las aglomeraciones urbanas. Los procesos regionales, como plantea el Sistema de Ciudades, se deben entender en consonancia con los procesos urbanos.
Tanto Keynes como Marshall aceptaron que hay relación entre la productividad marginal y el salario. Si este aumenta, la productividad de la firma tiene que mejorar. El reconocimiento de la vía marshalliana de productividad es compatible con la micro-eficiencia. Siguiendo esta lógica, el aumento salarial no solo favorece la demanda agregada sino que estimula la productividad de la firma.
Las ciudades y las aglomeraciones son los espacios privilegiados para la generación de empleo. Desde esta perspectiva, deben impulsarse cuatro tipos de acciones:
1- Grandes planes de renovación urbana y desarrollo de infraestructura.
2- Tomar en serio las potencialidades del ordenamiento urbano (Ley 388 de 1997), con el fin de crear las condiciones (servicios, movilidad, etc.) que favorezcan la inversión privada.
3- Proyectos agropecuarios que reconozcan de manera explícita la fuerza gravitacional de las ciudades. Como dice Paul Krugman: si antes las ciudades estaban al servicio del campo, hoy en día el campo está al servicio de las ciudades.
4- Estimular los procesos endógenos de producción y distribución.
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