El
pueblo limita su deseo a no ser oprimido, mientras que el de la clase dirigente
se circunscribe específicamente a la opresión; esta ya no entendida en sus interpretaciones
tradicionales de cadenas y mazmorras
físicas; sino como una opresión económica, evidenciada en el desfalco, en la
malversación de fondos y las políticas para favorecer intereses particulares,
los cuales por lo general están ligados a los de los financiadores de campañas
y procesos electorales.
Por: Camilo Andrés Garcés / Democracia en la Red
“El puente está quebrado, ¿con qué lo curaremos?
¡Con Cáscaras de Huevo! ¡Burritos al potrero!
¡Que pase el Rey! ¡Que ha de pasar!
Con todos sus hijitos menos el de atrás”
Si los cálculos
son correctos; al leer el texto de la canción, el 90% de la población sentirá
el impulso de entonar el popular
estribillo con su tradicional final: todos sus hijitos menos el de atrás… tras…
tras….; quedando finalmente atrapado un jugador, no sin su respectiva chispa de
deleite con el suspenso y la intriga en torno a quien podría ser el capturado y
como muy perspicazmente el lector intuye, ahí está el meollo del asunto y sobre
todo el uso del término captura en nuestra realidad política, cómo si fuese una
propiedad inherente de nuestros padres de la patria, como si fuese un sino
antiguo y ampliamente validado por el consenso popular, un largo camino que
inevitablemente termina en la captura por parte de entes judiciales.
Porque en
Colombia no sólo los puentes están quebrados: como el de Chirajara en la vía al
llano, el de Guayepo en el Cesar o el Charte en el Casanare; esto sólo por
poner unos ejemplos ilustrativos de los últimos años con monumentales pérdidas
económicas al erario (habría que escribir un tratado de proporciones bíblicas
si un estado del arte sobre obras mal
construidas en nuestra país fuésemos a hacer)las pérdidas son en calidad de vida, posibilidad de
emprendimiento en las regiones, las ciudades y el campo en general y con esto
no me refiero a los ridículos beneficios tributarios que se suelen dar a los
grandes capitales sin importar su naturaleza; sino al pequeño y mediano actor
económico que se ve en desventaja por los excesivos costos y la dificultad de
movilizar sus diferentes productos.
Y no, no es sólo la infraestructura ni la vida
económica del colombiano promedio la que está quebrada y nos sirve como
metáfora; es la confianza de la gente en sus dirigentes, es la credibilidad que
el colombiano promedio da a las instituciones, es el sentirse en una
confrontación directa con lo que representa la clase política al margen de
discursos trasnochados de izquierdas o derechas, casi un dogma resumido en
pensamientos como : “que no haga nada pero que no robe”, ó “que robe pero que haga” derivando en una situación tensa que parece un
matrimonio arreglado e insatisfactorio
entre el pueblo y sus dirigentes, pero esta tensión del caso colombiano
no es sui generis; es tan vieja como lo puedan ser las estructuras estatales en
el mundo occidental y se ve plasmada en este fragmento del príncipe de
Maquiavelo: “Por otra parte, no se puede con decoro, y sin agraviar a los otros,
contentar los deseos de los grandes. Pero contenta uno fácilmente los del
pueblo, porque los deseos de éste tienen un fin más honrado que el de los
grandes, en atención a que los últimos quieren oprimir, y que el pueblo limita
su deseo a no serlo.” Pág. 21 En
este punto es necesario desmitificar un poco las percepciones habituales sobre
Maquiavelo y su obra; habitualmente se define como maquiavélico a quien: “actúa con astucia y perfidia para conseguir
sus propósitos.” Si bien el autor dedica su texto a Lorenzo II de Médici
cómo una suerte de manual para acceder al poder y perpetuarse en él, hay
elementos de fondo que llevan a pensar que un documento de tal naturaleza y en
semejante contexto histórico no es lo que se piensa, sino una descripción con
carácter de denuncia sobre las diferentes estratagemas sobre las que se valen
las clases dirigentes para perpetuarse en el poder; sin embargo el propósito de
este texto no es demostrar dicha afirmación sino contextualizar un poco la
interpretación particular sobre el autor; que siendo pretencioso se resumiría
así: “el
susurro al oído del príncipe no es más que una sonora advertencia al pueblo
sobre las intenciones de este” y es en este sentido que se continuará el
análisis de la actual situación política colombiana al familiar sonsonete de él puente está quebrado…
El pueblo limita su deseo a no ser
oprimido, mientras que el de la clase dirigente se circunscribe específicamente
a la opresión; esta ya no entendida en sus interpretaciones tradicionales de cadenas y mazmorras físicas;
sino como una opresión económica, evidenciada en el desfalco, en la
malversación de fondos y las políticas para favorecer intereses particulares,
los cuales por lo general están ligados a los de los financiadores de campañas
y procesos electorales; dos intereses totalmente contrapuestos, porque si no es
con la plata del puente de Chirajara el congresista no puede financiar la
campaña de sus amigos a nivel local, sino es con esos apoyos locales el
congresista y el candidato presidencial no cuentan con respaldo popular, porque
como Maquiavelo lo dice: “El segundo modo con que se gobierna, se
compone de un príncipe, asistido de barones, que tienen su puesto en el Estado,
no de la gracia del príncipe, sino de la antigüedad de su familia. Estos
barones mismos tienen Estados y gobernados que los reconocen por señores suyos,
y les dedican su afecto naturalmente.” Esto quiere decir que si el
funcionario no coopta los recursos para salud, educación e infraestructura; no
puede sostener a esos “barones” que son reconocidos como señores; (porque al
príncipe en realidad nadie lo conoce, nadie lo quiere ni lo respeta) es una
disyuntiva del tipo: o hay para el
pueblo o hay para financiar a mis financiadores. Y esta realidad no es
desconocida para nadie.
La insultante cotidianidad del
colombiano promedio trabajador y ahogado en impuestos, con miles de barreras
administrativas para el ejercicio pleno de sus derechos, con inestabilidad
laboral es una ofensa sumada a la percepción de lo público como un botín
empieza a rayar en el sentir como un insulto personal; pero es un insulto tan
grave que el ciudadano se ve imposibilitado en su reacción, como lo dice el
conocido autor: “Debe notarse que los hombres quieren ser acariciados o reprimidos, y
que se vengan de las ofensas cuando son ligeras. No pueden
hacerlo cuando ellas son graves; así, pues, la ofensa que se hace a un hombre
debe ser tal que le inhabilite para hacerlos temer su venganza”Pág,6
“ Es en esta situación de impotencia, de frustración y de una opresión
infinita que la tensión aumenta y se hace necesario recurrir a diferentes
medidas y niveles de crueldad en la búsqueda infinita de preservar el poder; y
aquí se retoma un ejemplo introducido por Maquiavelo que hace referencia a las
intenciones de Alejandro VI de mantener a través de su descendencia su linaje
en un poder ampliado: “Después
que él hubo ocupado la Romaña, hallándola mandada por señores inhábiles que más
bien habían despojado que corregido a sus gobernados, y que habían dado motivo
a más desuniones que uniones, en tanto grado que esta provincia estaba llena de
latrocinios, contiendas, y de todas las demás especies de desórdenes; tuvo por
necesario para establecer en ella la paz, y hacerla obediente a su príncipe, el
darle un vigoroso gobierno.
En su consecuencia, envió
allí por presidente a Messer Ramiro d'Orco, hombre severo y expedito, al que
delegó una autoridad casi ilimitada. Éste, en poco tiempo, restableció el sosiego
en aquella provincia, reunió con ella a los ciudadanos divididos, y aun le proporcionó
una grande consideración. Habiendo juzgado después el duque que la desmesurada autoridad
de Ramiro no convenía allí, y temiendo que ella se volviera muy odiosa, erigió
en el centro de la provincia un tribunal civil, presidido por un sujeto excelente,
en el que cada ciudad tenía su defensor. Como le constaba que los rigores
ejercidos por Ramiro d'Orco habían dado origen a algún odio contra su propia
persona, y queriendo tanto desterrarle de los corazones de sus pueblos como
ganárselos en un todo, trató de persuadirles que no debían imputársele a él
aquellos rigores, sino al duro genio de su ministro. Para convencerlos de esto,
resolvió castigar por ellos a su ministro, y una cierta mañana mandó dividirle
en dos pedazos y mostrarle así hendido en la plaza pública de Cesena, con un
cuchillo ensangrentado y un tajo de madera al lado. La ferocidad de semejante
espectáculo hizo que sus pueblos, por algún tiempo, quedaran tan satisfechos
como atónitos.” Pág,16
¿Suena familiar?
Probablemente el tema de ejecuciones sangrientas en plazas públicas lleve más
hacia las épocas más degradantes del oprobioso conflicto armado colombiano,
pero si nos lleva a un lugar más común: el de los chivos expiatorios; y estos
sobre todo a la hora de aplacar la indignación nacional en cuanto a la solución
de problemas estructurales son ampliamente conocidos y de eso encontramos una
variopinta selección de ejemplos: el cohecho de una sola persona, las sanciones
a funcionarios acusados de corrupción sin que caigan sus compinches, las
financiaciones ilegales e inmorales a campañas que se resumen en un: “fue
a mis espaldas” o en
un grotesco: “Me acabo de enterar” y
que efectivamente conllevan a capturas y a condenas, pero extrañamente nunca
afectan a los mayores beneficiarios de dichas irregularidades, pero que en
términos generales; al igual que al pueblo gobernado por el tristemente célebre
Ramiro d'Orco produce tanto satisfacción como estupefacción: una ejecución
publica con todos los componentes necesarios para aplacar la sed de justicia
sin necesidad de hacer ningún cambio estructural, en esencia que todo siga
igual mientras el pueblo llano en su inocencia tiene a consolarse con frases
como: “por lo menos cogieron a uno” y estupefacción en : “a
ese lo sueltan en 3 meses” y es aquí donde se retoma con mayor fuerza
el juego infantil tradicional del puente está quebrado, porque una
recomendación clave en el apartado destinado a aquellos que llegaron al
principado por medio de maldades es: “Por la misma razón que los actos de severidad
deben hacerse todos juntos, y que dejando menos tiempo para reflexionar en
ellos ofenden menos; los beneficios deben hacerse poco a poco, a fin de que se
tenga lugar para saborearlos mejor” Pág. 26, y toma fuerza la metáfora
del juego porque como se mencionó anteriormente: el juego consta de un grupo de
participantes (políticos corruptos) que pasan por una suerte de barrera cuya
finalidad es atraparlos (Justicia) y pasan sabiendo que alguno o algunos (no
todos) van a caer en ese turno, la canción misma lo dice: que pase EL REY (El
gobernante) con todos sus hijitos (Funcionarios, socios etc.) menos el de atrás
(Chivo expiatorio)… tras… tras… tras y cuando cae atrapado el de atrás hay
alborozo, risas y diversión; es así como pasó recientemente con la electa y
sancionada congresista Aída Merlano; investigada por compra de votos (práctica
habitual en nuestra clase política tradicional); ha sido un show mediático: ya
cayó el de atrás, hay alborozo y felicidad, “un corrupto menos” sin que importe que mientras se captura a uno,
pasan de agache cientos; y es en ese momento, cuando vemos al participante del
juego atrapado por los brazos de los otros jugadores, cuando vemos a Ramiro
d'Orco partido a la mitad para apaciguar los ánimos y la inconformidad de ese
pueblo insatisfecho en su único deseo: que NO lo opriman pero que
contradictorio en su psiquis colectiva recibe con estoicismo brutales golpes a
su dignidad y atentados a su misma supervivencia como las subidas en las edades
de las pensiones, la reforma tributaria, el metro elevado, paseos de la muerte
en las EPS; todo esto y mucho más impuesto con sangre fría, brutalidad y sin
una pizca de humanidad.
Esta puesta en
escena, este show, este juego del puente está quebrado fomenta en el sentir del
colombiano de a pie que sufre y se lamenta por la educación de sus hijos, por
una pensión cada vez más inalcanzable, por un salario encogido por los
impuestos una carga emotiva similar a la de un grupo de niños despreocupados
que disfrutan, se deleitan poco a poco con cada una de las partes del juego, y
ahí están al alcances de todos: las insultantes declaraciones de la electa
congresista, los avances día a día del caso, reportes de colaboradores de la
campaña presos, un jefe político moribundo como Roberto Gerlein y a quien a estas
alturas le da lo mismo ocho que ochenta, las sanciones ridículas, los
aplazamientos, las argucias jurídicas y miles de elementos histriónicos hacen
parte de ese juego del tras… tras… tras… tras… alargado hasta el infinito para
el disfrute de los jugadores; es posible aseverar que eventualmente llegarán al
periodo de posesión con alguna medida administrativa ridícula en contra de
algunos funcionarios incluida la misma Merlano mientras el Rey y sus otros
hijitos (los políticos corruptos) pasan de agache por los brazos cómplices de
la justicia en medio del alborozo estúpido de un pueblo oprimido que sólo sabe
vivir bajo la obediencia, incapaz de ser libre y se conforma con la ejecución
sumaria de uno que otro chivo expiatorio sin el menor peso en la vida política
nacional.
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